Soy obrero del arte; no artista, porque esta palabra suena elitista. Obrero del arte porque al igual que el campesino, desempeño modestamente, mi proletaria labor. Soy, amazónico, kokama, aguaruna, bora, matsé, rindiéndole mis respetos a la madre de cada árbol, de cada planta, de cada ser vivo que habita nuestros bosques, muy amenazados por el avance de la criminal tecnología y esta decadente civilización. Soy hombre de Pueblo, amante de todo lo que huele a barriada, suburbio o callejuela. Sin el Visto Bueno de las masas, nada tiene sentido. Y para terminar, me reconozco ateo compulsivo, enemigo número uno de dios y su nauseabundo entorno, de lo que se edificó año tras año, concilio tras concilio, inquisición tras inquisición en nombre de la fe y la religión.
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